martes, 31 de agosto de 2010

El amor de uno…

El amor es ciego como un sonámbulo buscando leche a media noche, es tan ciego como un arqueólogo buscando esqueletos sin luz, es igual de ciego que un anciano con cataratas, esta clase de amor llega hasta el sacrificio hasta el punto de ver por los ojos de la persona amada. En fin para que nazca el amor se necesita cuatro minutos de charla y una tienda de calzado.
Angie es dulce y voluptuosa impulsadora de calzado para hombres, es ella de cabellos dorados y ojos esmeralda ayuda con su coquetería a muchos hombres en la búsqueda caminando en los pasillos de los mocasines. A varias cuadras del lugar en la Universidad Central de la ciudad está Carlos, joven alto cabello corto, músculos con trabajo largo, un poco egocéntrico, estudiante de arqueología, décimo semestre. En esos pensamientos de la vida Carlos tenía la firme intención de viajar por el mundo caminando para elaborar su tesis de grado con la cual se graduaría.
Pasa un día soleado, las personas ágilmente caminan los niños llegan a sus respectivas escuelas, los negocios abren las entradas de par en par, allí estaba Carlos al frente de una tienda de calzado grande y luminosa con muchos afiches publicitarios, señoritas corriendo en contra del tiempo, luces de neón obstaculizaban la visión; entra con algo de timidez y asombrado por tanta congestión, en su mente piensa si le alcanzará el dinero para su compra.
Estaba allí en la sección de calzado para hombres dominando clientes difíciles, pasa un enigmático tiempo se desocupa y se acerca con sigilo y dice:
-Soy Angie en que puedo colaborarle.
Carlos inútilmente responde entre cortado. –Gracias estoy buscando un par de tenis en cuero para caminar bastante. Angie medita unos momentos y dice – ummmmmmm ya se sígueme, es por aquí por favor. Ellos se dirigen a un lugar donde sus cuerpos se acercan con cautela. Comienza la búsqueda de unos trotamundos dignos de precio y forma para el caballero andante. Entre espacio y espacio siempre hay una lenta pero cálida sensación atractiva para ambos; sacan y sacan pares de zapatos pero no dan con el presupuesto ni con el gusto del comprador, entre los más aceptables sacan cinco pares, caminan hasta el probador fijándose en cada detalle uno del otro sin perder nada de cuidado.
Pasa un silencio que rompe las paredes de vestíbulo, sus profundas miradas se cruzan, un mar de sentimientos, emociones y miedos emergen de las profundidades inhóspitas de la mete, el corazón acelera su ritmo, la temperatura del ambiente en un sobresalto cambia la tempestad del amor yace distante a pocos metros distancia. Cada cual emerge un sinfín de recuerdos, vidas pasadas surgen desde el olvido, por ejemplo Angie recuerda con duelo su esposo muerto, por una enfermedad incurable, se mezclan en su mente imágenes de cuando eran novios, de su matrimonio, las noches crepusculares en la luna de miel hasta, esta manifestación mental culmina al llegar a un cuarto frio y oscuro donde yacía el difunto, morado y esquelético producto de las malformaciones producidas de la rara enfermedad. Es catártico el momento ya no sentía dolor El hombre puesto al lado suprimía esos recuerdos como si fuera una maquina que los succionara con la respiración.
Mientras tanto Carlos añora un recuerdo de la mujer que lo abandona por su labor en el cuerpo de paz marchándose con otro joven que si la aprovecharía en África, desde ese momento juro con sangre nunca amar a nadie, es aquí donde nace el amor por lo suyo su carrera Universitaria fin ultimo de su existencia; entonces -¿Qué es lo que verdaderamente hace feliz a un hombre su labor o el amor? Carlos se hace esa pregunta.
Hablan un poco para romper el hielo, Carlos sin nada que decir le afirma a la bella señorita su intención de recorrer el mundo y preparar su tesis, mientras tanto Angie le comenta su afición por el cine y sus deseos reprimidos por ser actriz. Carlos por todos los motivos intenta alargar la conversación pero no puede, ya encontró esos trotamundos que necesitaba. “en su egocentrismo duda del viaje su racionalidad se enfrenta a capa y espada con su emotividad” los pensamientos se esparcen por la luz de neón que ilumina su sendero efímeramente enloquece siendo todavía algo cuerdo.
Angie suavemente levanta los escogidos, se los lleva a la caja, Carlos cancela su precio con temor y duda; se alejan sigilosamente hacia la puerta. Angie piensa. – “Qué espléndido galán”, afronta su responsabilidad inquietante demuestra su emoción con cada letra que pronuncia. - ¿Qué le diré ahora? no se me ocurre nada, nunca he sentido esto.
Carlos en su afán por extender un poco el tiempo, la invita a un café, acomedidamente después de un transe Angie dice que sí. –Hay un interés ¡le gusto!- piensa la señorita. Se acerca sin miedo un dulce beso con sabor a miel y a licor de almendra se mezcla entre sus labios, renace la magia que fue apagada hace tiempo en una dimensión paralela llamada bodega.
Se despide Carlos repitiendo la hora y el día de la cita, una alegría yace por todo el cuerpo piensa y dice: -Mierda ¿y el viaje? Lo aplazo después tendré tiempo. Al salir se pierde la noción del espacio y en una luz fulgurante ve pasar en segundos toda su vida, y en una lluvia rojiza fugas por toda la calle los suspiros vitales del cuerpo se pierden en el olvido.

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